La OSUANL hizo parada en Alemania y tuvo como invitados al director mexicano Percival Álvarez-Pérez y al pianista germano Robert Aust. Fue un concierto memorable.
Por Jesús Moreno
Fotos: Daniel Zamora
La orquesta sinfónica regaló una sinfonía con destino a Alemania en el Pasaporte musical, que se lleva a cabo en el Teatro Universitario. Percival Álvarez-Pérez fue el director huésped, y el pianista alemán Robert Aust fue el solista invitado.
El recital comenzó con la Obertura Coriolano, Op. 62 de Ludwing van Beethoven, el público esperaba ansioso, ya que las obras de este compositor siempre son bienvenidas. Los violines llevaban la pauta, el sonido transmitía suspenso, los demás instrumentos seguían el ritmo tenebroso, con pausas que generaban más tensión en el teatro.
Esta pieza era una montaña rusa de emociones, cuando todo se tornaba oscuro, llegaba la calma con pausas que tranquilizaban el lugar, para después subir de nuevo la intensidad y terminar con punteos muy suaves de los violines.
Después de la sinfonía de Beethoven, llegó al recinto Robert Aust, quien con solo poner un pie en el escenario, todo el público aplaudió, como si fuera estrella de rock. Ejecutó entonces el Concierto de piano de Robert Shumann.
La primera nota de Rober Aust rompió el total silencio. Con rapidez en el ritmo, el germano lucía sus dotes artísticos. Mientras el piano llevaba un orden agudo y rápido, los demás instrumentos solo acompañaban.
Y como lo anticipó días antes del concierto, el solista invitado demostró cómo un músico alemán puede ejecutar con maestría la obra compuesta por otro alemán.
Pasaban los minutos y cada vez los violines tenían más importancia, hasta llegar al punto de imitar las notas agudas del piano, creando una resonancia que era amistosa para el oído humano.
Robert no dejaba de sonreír. En sus tiempos de pausa, cuando dejaba solo a los demás músicos, cerraba los ojos y se dejaba llevar por lo que escuchaba, los minutos corrían. El piano poco a poco se notaba más alegre.
Al acabar, todos se pararon y aplaudieron. El pianista, nacido en Zwickau, Alemania, tomó la palabra y dijo –en español– que iba interpretar una canción francesa para agradecer al público.
Para acabar la noche, se tocó la Sinfonía No. 2 en re mayor, Op. 73 de Johannes Brahms. Una pieza con altos y bajos; con matices tan diversos, pero tan memorables.