Las barras en el futbol, una carencia de vida
Especialistas en sociología, psicología y filosofía de la Universidad Autónoma de Nuevo León abordan desde su perspectiva la forma en que las barras se comportan, piensan y ven el futbol.
El arraigo de las barras en México no solo se debe a los intereses de los clubes de futbol por generar “ambientes” más coloridos, sino también a la necesidad social de “hacer” identidad, esa que ciertos individuos requieren para ser “parte de algo”, asegura el especialista del Instituto de Investigaciones Sociales (IINSO) de la UANL, Félix Enrique López Ruiz.
“Esta situación evidencia las múltiples vidas rotas de estos individuos que no encuentran tras de sí razones válidas ni suficientes para respetar ni su vida ni las de los demás. No es una cuestión de pasión por un equipo de futbol, sino de la carencia de otras razones para vivir”, señala el investigador de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Por ello, cuando la valoración de sí mismos es demasiado frágil y las expectativas de vida es imposible satisfacerlas, la frustración suele llegar en violencia, pero no siempre se origina en el mismo barrista, sino que puede ser alimentada por liderazgos que seducen y dirigen el comportamiento de estos individuos.
Aunque la violencia en el futbol mexicano no ha surgido estrictamente desde la aparición de las barras, sí puede sustentarse que a partir de ellas esta se ha exacerbado.
“Tienen autoestimas endebles que viven, piensan y actúan del modo como se les indica. Son sujetos muy limitados en su capacidad de autorreflexión, de cuidarse y entenderse a sí mismos, por ello ceden su voluntad a un supuesto fin común y lo convierten en su causa, en su motivación existencial”, explica López Ruiz.
Ceder la autonomía por una identidad colectiva
De acuerdo con el especialista del Instituto de Investigaciones Sociales de la UANL, las barras establecen un convenio de control en el que los individuos ceden su autonomía y su singularidad a la voluntad de una identidad colectiva (la de la barra, no la del equipo en sí).
Y en medio de este sentido de pertenencia, el futbol adquiere un lugar secundario, incluso a veces irrelevante.
Las barras tienen sus propias lógicas y dinámicas, y en medio del privilegio de lo violento, resultan peligrosas, pues trascienden hacia los demás espacios sociales configurándose en ‘pequeños’ grupos que solo ven por sí mismos y desprecian a los demás”.
Pero esta situación no debe causar asombro, ya que en la sociedad se ha permitido que se privilegie el individualismo, la competencia, la búsqueda del éxito y la popularidad, porque son las virtudes que se han consolidado.
“Es mezquino considerar que otras virtudes o valores deban prevalecer como la empatía por el otro, la solidaridad, la colectividad, entre otros, sin haber entendido que se contraponen a las -ahora- deseadas y que no hemos hecho nada o casi nada para que sucedan”, puntualiza López Ruiz.
Sentirse parte de la barra es poderoso
Para el investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL Jorge Ignacio Ibarra Ibarra, el pertenecer a una barra es la necesidad de sentirse parte de algo, de un triunfo o algo positivo en la vida.
El investigador Jorge Ignacio Ibarra afirma que tampoco se puede generalizar y decir que todas las barras o sus integrantes son violentos, porque sí hay jóvenes que creen en un deporte y una participación pacífica, así como el establecer el compañerismo.
“Si el aficionado se encuentra arropado en la barra, eso es poderoso, porque el ser humano siempre va a buscar esa protección. Y aquí los más vulnerables son los adolescentes y jóvenes, ya que ellos sienten este sentido de pertenencia y ven un abrigo en su equipo a las frustraciones de la vida social y la desesperanza.
“Estos jóvenes recurren a este simbolismo, ya que para ellos los colores de su equipo significan alegría, cobijo, amistad, triunfo, todo eso que la vida les dificulta”, expone el filósofo de la UANL.
Sin embargo, hay barristas que tienen problemas en su familia o en el barrio y cuando llega el día del partido, descargan esa violencia en el estadio.
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La despersonalización de la barra
El barrista puede tener su forma de pensar, sus valores de casa y una manera de ver la vida, pero al estar con la barra deja de ser un individuo para ser parte de un todo.
“En una barra, yo puedo llegar a hacer acciones que individualmente no haría, acciones que van en contra de lo que pienso o creo, esto es la psicología de las masas. Es el dejar de pensar como yo mismo, para pensar como el grupo.
“Y vemos que cuando pasa esto, el barrista defiende, agrede o apoya, pero no como individuo, sino como un todo, es decir, hay una despersonalización”, detalla el psicólogo de la UANL Andrés Roberto Ceballos García.
El especialista de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Nuevo León indica que la situación de cada barrista es diferente, pero considera que en la mayoría de los casos el integrarse a estos grupos es parte de esa necesidad de aceptación y sentirse bien en un lugar o grupo.
Además, agrega que las barras son más perjudiciales que beneficiosas, ya que no suman demasiado al futbol.
“El aficionado al futbol ha estado ahí desde antes de las barras, y si estas desaparecieran, el aficionado al futbol seguirá ahí. Con barras o sin barras, el futbol va a seguir siendo lo mismo para la afición regiomontana”, asegura Ceballos García.
“A las barras las veo como algo innecesario. Pueden aportar algo de color a los partidos, pero que aporten una característica de arraigo o algo más, no lo veo tan fuerte en este sentido”.
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Por: Eduardo Rodríguez Palacios Fotografía: José Luis Macías