Sanjuana Martínez, la niña que jugaba a ser periodista
Sanjuana Martínez Montemayor, egresada de la Facultad de Comunicación de la UANL y directora de Notimex, es considerada la periodista más completa de su generación.
A media tarde, una mujer hace memoria viéndose a los seis años de edad queriendo ser periodista. Se recuerda como la niña que entrevistaba a todas las visitas de su casa natal.
Nos relata además cómo se siente la noche regiomontana en la esquina de Juárez y Arteaga y sobre los viejos conocidos de La Coyotera, alternando recuerdos de sus caminatas en pleno barrio de Huertas, en Madrid.
Ella es Sanjuana Martínez Montemayor, considerada por Forbes como una de las 50 mujeres más poderosas de México, quien egresó de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL y hoy es la primera mujer en dirigir Notimex, la agencia de noticias del Estado Mexicano.
“Yo esceneficaba la profesión”
Hace calor bajo los árboles que se trenzan en batalla contra el sol. La infancia tradicional viene cargada de una parafernalia en los juguetes. Se pretende que el niño sea policía, doctor, bombero; entonces llegarán a sus manos pistolas de juguete, estetoscopios y trajecitos contra incendios.
Las niñas jugarán a las muñecas, a las tacitas o a las maestras. Y el periodismo ¿con qué se juega?
Con seis años, mi mamá decía que con cualquier cosa jugaba a entrevistar. Yo escenificaba la profesión. Improvisaba cualquier cosa a modo de micrófono".
“Me importaba mucho tener cuadernos, los diarios, los papeles porque me gustaba mucho escribir. Escribía cuentos, poesía, historias”, relata Martínez.
Quien escucha una historia
Nos hemos citado en el Campus Mederos de la UANL. Ahí Sanjuana nos habla de su padre, un contador de historias. Cree firmemente que en el seno familiar comenzó a germinar la semilla del periodismo.
Estudió secretariado bilingüe, lo que le permitió trabajar desde los quince años. Mientras tanto, cursó la secundaria y la preparatoria en horario nocturno.
La noche la ha acompañado durante todas sus representaciones en la vida: como estudiante, periodista, viajera.
“Yo estaba en la Prepa 3 en el Colegio Civil, que en el día era la Prepa 1. Siempre supe que quería ser periodista. Me gustaba escribir. Tenía una curiosidad infinita.
“La materia de Orientación Vocacional me dio la oportunidad de ver otras opciones para estudiar. Me interesó la psicología.
“Fui a hacer unos exámenes psicométricos a la Facultad de Psicología y después de una semana me dan los resultados diciéndome que yo tenía todas las cualidades para ser periodista”.
Desde aquellos tiempos en el Instituto Técnico Comercial, aún hoy ubicado en Albino Espinosa y Benito Juárez, en el centro de Monterrey, Sanjuana comprendió quién era ella: una investigadora.
Kafka o Nietzsche aparecieron pronto en la lista de libros de su vida. En su despertar leyó a Sade a los 14 años. En casa hacían falta lecturas, así que la quincena salarial empezó a ser destinada a la literatura y la música.
“Dijo mi madre: ‘Hija, ese vicio no te va a llevar a ninguna parte’”, relata quien años después viajaría a España para continuar su formación profesional.
Sus profesores le mostraron otro mundo: Hesse, Sartre, De Beauvoir, autores que marcaron su adolescencia.
“Siempre fui un bicho raro”
Sigue el mediodía en Monterrey, el de los solazos. Frente a nosotros desfila un tropel de jovencitas. Uno no sabe si se encaminan hacia Ciencias Políticas o la Facultad de Música, o si aun su recorrido es más lejano hacia el pie de la montaña donde trinan los Pericos de Comunicación.
Al ver a todas estas mujeres uno se pregunta cómo era la Sanjuana adolescente.
Siempre fui un bicho raro. Creo que lo sigo siendo. Yo hice dos años de kínder porque quise entrar desde muy niña al kínder. Cuando yo llegaba la maestra ponía a colorear a los niños. Yo le decía que quería problemas y me ponía matemáticas. Siempre quise aprender".
“Ya más grande, a mí me interesaban otras cosas. Mientras mis amigas andaban con aquello de salir a pasear, el desarrollo y el despertar sexual, yo no era muy afortunada en las relaciones amorosas porque a los hombres no les gustan las mujeres inteligentes”, indica mientras en el fondo suena la Cumbiera intelectual, de Kevin Johansen.
La primera barrera para el estudio fue su familia. Su padre, el hombre que contaba historias, le advirtió que solo le daría estudio a su hermano, dejando a Sanjuana y a sus dos hermanas en la orfandad universal.
El argumento era que las mujeres con el paso del tiempo contraerían matrimonio y el estudio quedaría en segundo plano.
Martínez se graduó en el ITC y pagó sus carrera universitaria estudiando de noche. Las mujeres vagaban en la ciudad, algunas sin rumbo fijo. Pocas figuras femeninas existían en el mundo del periodismo, pero Sanjuana ya comenzaba a coleccionar su acervo de Proceso.
Graduada en 1988 de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, Martínez leía a Rosario Castellanos, Elena Poniatowska y contaba con referentes de líderes sociales como Rosario Ibarra de Piedra.
En filosofía gustaba mucho de Hannah Arendt. Tenía muy en claro que ella sería una periodista de escritura, no de figura.
Durante gran parte de los años noventa, los espectáculos o socialitos eran ocupados casi como asiento reservado para las señoritas. A Sanjuana no le interesaba esto, pero al llegar a El Diario Monterrey, hoy Milenio Diario, no fue asignada a la nota diaria.
“Me mandaron a cubrir espectáculos. Recuerdo que una de mis primeras conferencias fue con Pili y Mili”, dice mientras se acalora.
Diariamente acudía a la oficina de José de la Luz, quien era encargado de la mesa de asignaciones en El Diario, en busca de algún quehacer distinto.
Las buenas fuentes estaban destinadas a los hombres, siendo en aquellos días Gobierno del Estado la más buscada. Educación, cultura y salud estaban destinadas a las mujeres.
Durante un año ofreció a la Redacción temas de interés. Publicó los tratos que recibían los internos del primer manicomio, concebido como tal, en Monterrey. Este se ubicó en el Parque España, a donde Sanjuana ingresó con cámara en mano sin que nadie se percatara.
Llegó a las mazmorras donde hombres encadenados de pies y manos yacían entre sus propios excrementos.
“La nota fue publicada en El Diario y fue en la sección de Cultura, porque yo no podía publicar en locales”.
“La ciudad es suya”
Luego de ocho meses de estar trabajando sin sueldo, Jorge Villegas, director de El Diario en ese tiempo, mandó llamarla.
“Me preguntó que si yo quería trabajar en serio ya con ellos y me pidió dejar el banco”, indica, y hacemos una pausa sustancial.
Martínez dividía su día entre el Banco Banpaís, por la tarde en El Diario y en la noche continuaba sus estudios en Comunicación: pura energía.
Aquellos estudios en el ITC le habían dado trabajo en la institución bancaria, pues con ese sueldo ayudaba a costearse los camiones rumbo a la Avenida Garza Sada.
“Escribiendo y poniendo presión, un día el señor De la Luz me dijo que me tenía mi fuente: ‘la ciudad es suya’.
“En ese momento empecé a patear la ciudad y comencé a llegar a los movimientos sociales y mi vida se dirigió al periodismo social”, informa.
Protestas por el cierre de la Fundidora Monterrey. Desaparecidos de la guerra sucia con Rosario Ibarra de Piedra. Enfermeras del ISSSTE en huelga.
Estas luchas se dieron en la calle y Sanjuana era parte de ellas. Al ver su condición de mujer, los líderes se manifestaban de forma positiva y daban nota.
Sanjuana solicitó a Salvador Hernández cubrir la nota roja. Se le asignó un turno en la tarde-noche. Aquellos años regiomontanos no eran tan salvajes como hoy en día.
Ebrios, travestis ultrajados, atacados con arma blanca, la zona de tolerancia eran su fuente diaria. Fue así como se familiarizó con las trabajadoras sexuales.
“He ido a La Coyotera con Abel Quiroga a repartir condones y he podido recuperar algunos personajes del pasado que siguen ahí”, recuerda.
Corrupción de funcionarios públicos, la nota roja y más temas de los que nadie quiere escribir la llevaron a ser considerada como la periodista más completa de su generación.
Formó parte del equipo de reporteros de Buenos Días, con Gilberto Marcos, hasta que emigró a Madrid a realizar el doctorado.
El viaje
Sanjuana recuerda haber vendido un equipo de fotografía para irse con la aceptación de la Universidad Complutense de Madrid para realizar su doctorado en periodismo político.
Al conseguir un piso y no contar con beca alguna, Martínez comenzó a trabajar como obrera. Sus estudios se intercalaban con su trabajo en la fábrica de inmigrantes de América Latina, Europa del Este y África.
“En ese momento empecé haciendo de todo en la fábrica porque tenía que ganarme la vida. Luego me fui a un área donde el trabajo era tan mecánico. Metíamos publicidad en sobres, tenías que ponerte tafetán en los dedos o te reventaban.
“Cada sobre costaba para el trabajador una peseta. Te daban un tiempo limitado. No siempre había trabajo. Iba yo por dos años a España y me quedé 20”, recuerda.
En Madrid tuvo una epifanía. Llegó a un bar y se le reveló el entendimiento. Aquellos días en Monterrey habían sido el puente para cruzar el océano.
“Recuerdo que cuando recién llegué a Madrid, en pleno barrio de Huertas vi a una de las dos completamente ebria y pregunté al mesero si era alguna de Pili y Mili.
“Me dijo que sí. Me acerqué y le dije: ‘Sé que te habrán hecho muchas veces esta pregunta, pero disculpa: ¿eres Pili o Mili?’”, rompe a reír.
Luego de una serie de becas -la primera por parte de la UANL- ahora Martínez solamente era estudiante.
Luz en las tinieblas
A Martínez siempre la ha subyugado lo oculto, particularmente los ambientes sórdidos.
Su interés periodístico la llevaría años más tarde a encontrar la oportunidad de arrojar luz en las tinieblas de aquellas víctimas de pederastia por parte de los sacerdotes del Vaticano.
“Al llegar al Vaticano era romper la pared, ese cerco que había tan alto para los periodistas, y saber cuáles eran los entresijos de los chismes palaciegos de la sede de San Pedro.
“Lo más importante de la cobertura del Vaticano era lo que sucedía en los pasillos, en la Guardia suiza, que eran los más hermosos del mundo, pero que tenían detrás una historia de abusos por parte del clero.
“El Banco Ambrosiano quebró en ese momento. Me tocó una época muy agitada. Se convirtió en ese amasiato entre México y el Vaticano, en matrimonio, gracias a Carlos Salinas de Gortari, que institucionalizó las relaciones entre el Estado laico mexicano y el Vaticano.
“Entonces vino otra nueva era. Yo me entero de todo eso cubriendo el Vaticano”, comenta.
Las historias de las víctimas de Marcial Maciel, hombres mayores de sesenta años, fueron un jarro de agua fría.
La mafia Pedúe, la Guardia suiza con todos sus secretos, la corrupción del Banco Ambrosiano fueron 500 páginas de su primer libro: La cara oculta del Vaticano (Plaza Janés, 2005).
A más de 20 años de aquellas historias, Martínez sigue manteniendo contacto con algunas de sus fuentes.
“El periodista no se debe olvidar de sus fuentes, porque no son fuentes nada más, son seres humanos.
“Yo iba viendo su evolución de cómo llegaban destrozados y luego la publicación de sus historias era como un bálsamo y les ayudaba a superar sus tragedias. ¿Cómo cronicar el dolor?, pues abrazando ese dolor”, nos cuenta.
Las historias de dolor siguen persiguiendo a Martínez. Ya era una madre viviendo en San Francisco, ciudad a la que considera un santuario para las minorías. Ahí conoció la historia del cura pederasta Nicolás Aguilar, quien se estima ha violado a más de cien niños entre México y Estados Unidos.
“Para mí ya no era tan fácil cubrir esa nota. Yo ya era mamá. Me quebraba. Se vale llorar y sufrir con ellos. Se vale traumatizarte. La cobertura del narcotráfico, del crimen organizado me ha llevado a años de psicoanálisis, de diván.
Uno tiene que cuidarse. No se trata de somatizar todo lo que estás recibiendo, sino también analizarlo. Te convierten en otra persona. Siempre he dicho que creo en Freud y en Dios, en ese orden”.
Sigue cayendo la tarde en Monterrey. Los árboles continúan en su lucha titánica contra la estrella solar. Estudiantes recorren el campus. La música de fondo ameniza refrescos, café dulce y helado, chucherías.
Es el tiempo del aprendizaje. Últimamente han salido a la venta Soy la dueña (Planeta, 2016), donde Martínez investiga la figura de Angélica Rivera, Primera Dama, y La señora Calderón (Temas de hoy, 2018).
Sobre su designación por parte del Presidente Andrés Manuel López Obrador al frente de Notimex, Martínez declaró que su primer reto es convertir el órgano en una verdadera agencia de noticias y no solamente un organismo propagandístico de Gobierno.
En su carrera, Martínez, quien es autora de una decena de libros, ha sido acreedora de reconocimientos como el Premio Nacional de Periodismo en México y el Premio Ortega y Gasset y el Primer Premio Lorenzo Natali en Europa.
Por: Guillermo Jaramillo